Club de Lectura: El Arte de la Felicidad #5

Me tomé unos días de vacaciones en este caluroso verano para retomar, más convencida que nunca, en el compartir de esta lectura tan preciosa que nos regala formas de ver, de pensar y de crear la vida en este desafiante y fabuloso momento de la humanidad que nos toca vivir. 

Como siempre, te dejo el enlace a la Bienvenida al Club de Lectura e Introducción al libro El Arte de la Felicidad para que puedas ir poniéndote al día brevemente.  Si lo prefieres, en el canal de Télegram tienes la opción de escucharlo en audio. 

Capítulo 4:
Recuperando nuestro estado interior de felicidad

Nuestra naturaleza fundamental

Este capítulo comienza con el anuncio del Dalai Lama donde dice que él cree que la naturaleza de los seres humanos es la gentileza. Así también se describe en las enseñanzas del Budismo a partir de la creencia de que todos los seres sintientes tienen una naturaleza inherente de dulzura y de no agresividad. 

Y si bien solemos encontrar que la promoción de la compasión humana y el afecto suelen venir de la mano de las religiones, en verdad no es exclusivo de ellas sino que un factor indispensable en la vida diaria de todas las personas.  Desde el mismísimo momento del nacimiento de un ser vivo, sin un acto de afecto o compasión que cuide de él, esa vida no podría sobrevivir.

Incluso parecería que nuestro cuerpo físico también está preparado más para los sentimientos de amor que para los de odio. Porque mientras un estado emocional calmo y afectivo tiene enormes beneficios para nuestra salud mental y física, los estados de miedo, agitación, frustración y odio pueden ser destructivos para todo nuestro sistema. 

A nivel comunitario, incluso podemos ver cómo nos hace sentir a nosotros y en nuestros vínculos lo constructivo de tener una actitud cálida y amorosa. Y por lo contrario, que emociones afloran y cuán destructivo puede ser cuando en los vínculos hay actitudes de ira, enojo, miedo o completamente frías. 

Entonces, si la dulzura y la gentileza están en nuestra naturaleza profunda, tendría sentido  hacer un esfuerzo para vivir en concordancia con esta característica básica de nuestro ser. 

Por supuesto que también existen emociones negativas y éstas también forman parte del ser humano pero, afirma el DL “No es la actitud predominante de la naturaleza humana”

El enojo, la violencia, el miedo, las agresiones se encuentran en un estado más superficial. Surgen generalmente cuando nos encontramos frustrados con nuestros esfuerzos de conseguir afecto y amor.  Incluso, no provienen tanto de la esencia sino del intelecto, de un desbalance o un mal uso de la inteligencia humana e incluso, de la capacidad imaginativa que posee nuestra capacidad intelectual.

Si desarrollamos nuestra inteligencia intelectual de forma desequilibrada con nuestra compasión puede convertirse en una actitud destructiva que nos lleve al desastre. 

Pero así como podemos utilizar la inteligencia para crear conflictos (internos y/o externos), también podemos utilizarla para resolverlos, si ésta se utiliza junto a la naturaleza compasiva del ser humano. 

La cuestión de la naturaleza humana

Si bien ideas como las del DL van ganando terreno en el mundo occidental, está realmente arraigada la creencia de que nuestro comportamiento es esencialmente egoísta, agresivo y hostil. 

En los inicios de la investigación occidental sobre el comportamiento humano, David Hume en 1700 habló sobre la natural benevolencia del ser y en 1800 Darwin habló sobre el instinto de simpatía que existe en la especie pero desde un punto de vista más pesimista, por ejemplo la influencia del filósofo Thomas Hobbes, que veía a la especie humana como egoísta, competitiva, violenta y en constante conflicto con lo que afecta sus propio interés, la ciencia e incluso la psicología fueron desarrollando ideas que alentaron y motivaron este tipo de pensamiento. El mismo Freud afirmó que la tendencia a la agresión es una disposición instintiva de la naturaleza humana. 

En las últimas décadas, sin embargo, una gran cantidad de estudios científicos refutan estas ideas e indicaron que la agresión no es una actitud innata sino que está influenciada por una gran variedad de factores biológicos, sociales, situacionales y ambientales. Y aunque nuestra actividad neuronal tiene la capacidad de actuar violentamente, no es un comportamiento que se activa automáticamente.

Una de las declaraciones más relevantes al respecto se dio en 1986 cuando se creó la Declaración de Sevilla sobre la Violencia, en donde la UNESCO reunió a un gran número de científicos que anunciaron que es científicamente incorrecto afirmar que “la violencia humana organizada está determinada biológicamente”.

En este sentido, los científicos aún se encuentran estudiando sobre las capacidades que puede desarrollar el ser humano si está sometido a distintas condiciones. Por ejemplo, el aprendizaje de un nuevo idioma o la capacidad de desarrollar ciertas actitudes que el ambiente reproduce y alimenta en la persona. 

Así, una persona que está sometida a un ambiente propicio de amabilidad, puede desarrollar más este aspecto que otra persona que no tiene este input del entorno. 

Algunos de los factores que los científicos descubrieron para el desarrollo de la compasión en una persona son:
tener padres que sean capaces de regular sus propias emociones,
que sean modelos de un comportamiento cariñoso,
que definan límites apropiados para el comportamiento del niñe,
que puedan comunicarle al niñe que es responsable de su propio comportamiento
y que puedan utilizar el razonamiento para ayudar al niñe a llevar atención a  los estados emocionales o afectivos y las consecuencias de su comportamiento en los demás. 

Repensar la suposición de que nuestra naturaleza inherente es violenta, nos puede abrir nuevas posibilidades de comportamiento y pasar de ser hostiles a útiles en un vínculo con otres. Ver a otres desde los ojos de la compasión nos permitirá relajarnos, confiar, vivir más fácilmente y sin dudas, nos traerá felicidad. 

Meditar en el propósito de la Vida

Repasando lo visto, volvemos a la declaración del Dalai Lama que determina que el propósito de la vida es la búsqueda de la felicidad. Y que para ello solo debemos observar qué nos acerca más a este objetivo y qué nos aleja de él.
Esta práctica diaria implica el gradual incremento de nuestra atención y consciencia. 

Y aunque por momentos la vida se vuelve demasiado complicada y podemos sentirnos sobrepasados, siempre viene bien y es realmente útil dar un paso al costado y recordarnos a nosotres mismes cuál es, a pesar de todo, nuestro objetivo y propósito principal. 

Cuando nos encontremos estancados o confundidos puede ayudarnos mucho tomar un momento, una hora, una tarde o algunos días para simplemente observar qué nos está trayendo felicidad y re acomodar nuestras prioridades en torno a este objetivo primordial. 

La búsqueda de la felicidad es un propósito sumamente válido y tomar la decisión consciente de sistemáticamente buscar la felicidad es un modo de ser que puede cambiar profundamente el resto de nuestras vidas 

Como reflexión final, el DL nos cuenta que cuando se encuentra con viejos amigos, se da cuenta lo rápido que pasa el tiempo y esto le hace pensar sobre si lo ha utilizado de forma apropiada o no. «La correcta utilización del tiempo es sumamente importante. Mientras tenga este cuerpo y especialmente este maravilloso cerebro humano, cada minuto es algo precioso (…) y creo que la mejor forma de utilizarlo es sirviendo a otras personas y seres sintientes. O al menos, abstenerse de lastimarlos.

Entonces, reflexionemos sobre lo que es realmente valioso en nuestras vidas, lo que da sentido a nuestra vida y definamos nuestras prioridades en base a eso.
Es importante que nuestro propósito de vida sea algo positivo, porque no nacimos para causar problemas y hacer daño a otres.
Así, nuestra vida cobrará más valor y tendrá mucho más sentido si desarrollamos habilidades  positivas como la calidez, la generosidad y la compasión”

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Al leer y compartir este capítulo no pude dejar de hacer comparaciones entre lo que esta lectura nos ofrece y a donde los poderes que regulan la masa hoy en día nos quieren llevar. Viendo una sociedad que cada vez se deja llevar más por la división, por considerar al otre como una amenaza y donde esta cuestión de hacernos creer que la naturaleza humana es esencialmente dañina para sí y para otres, veo mucho más claramente cuáles son las polaridades de esta realidad dual en la que estamos inmersos. 

Mi propuesta, como la del Dalai, es la de dar un paso al costado y observar, considerar y pensar por mí propia naturaleza sobre cuál es la realidad, mis prioridades y mis objetivos en esta vida. 

Mi propuesta, como la del Dalai, es tener una visión mas amplia que la que nos ofrece una polaridad y reconocer que existen realidades más amplias que las que yo puedo ver desde el sitio en el que me encontraba. 

Y que siempre, pero siempre, el amor es la respuesta.

Procurar espacios de crianza de niñeces con responsabilidad afectiva es definitivamente la clave para un futuro más armónico, amoroso, compasivo y unido. 

Y no solo es responsabilidad de les mapadres de las criaturas sino de toda la sociedad, vínculos y comunidades en las que estan inmersos. Ya se dice que para criar se necesita una tribu. Seamos esa tribu.

Y nos toca también vernos consciente y críticamente sobre si nosotres mismes tuvimos tales influencias en nuestro desarrollo primario y, en caso que consideremos, mapaternar a nuestres niñes internes para que nuestro adulte pueda desarrollarse desde este espacio que deseamos y no desde una falta que nuestra sociedad, escasa de valores emocionales, no supo brindarnos. 

Nos toca, como adultes, hacernos cargo y decidir el tipo de vida que deseamos cultivar.

Como dice el capítulo, asumir la responsabilidad de la búsqueda de la felicidad puede realmente, cambiarnos la vida a nosotres, a nuestro entorno y a la sociedad de la que formamos parte. 

No quiero que caigamos tampoco en una idea tóxica de que no se pueden ni sentir ni expresar emociones negativas. Por supuesto nos tocarán de cerca momentos y situaciones negativas que no podremos alejar de nuestras vidas pero si, podremos contar con nuestra intelegencia emocional, la amabilidad aplicada a nosotres y en gran medida con esos vínculos que nos faciliten herramientas, espacios y momentos para canalizarlas, gestionarlas y resolverlas de forma constructiva para nuestro ser.

Te agradezco infinitamente por el tiempo que te tomaste para leer este capítulo. Te agradezco por el esfuerzo que pones (que es infinito aunque nuestro ego busque siempre el autoboicot) para ser mejor para vos, para tus vínculos y para nuestro mundo. 

Te agradezco por este tiempo de reflexión y por los que te tomes para definir tus priorides, tus metas y tus desiciones. 

Y por último te invito a que no tengas miedo de amar desde lo más profundo del corazón. Sin tanta mente, sin tanto intelecto, con más entrañas e instintos. 

Sabemos que así, solo nos guiará la fuerza natural de la compasión, la generosidad y la maravillosa vida. 

Nos vemos en el próximo capítulo para profundizar en la calidez humana y la compasión. 

Cariños, Mercé


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